Thursday, June 01, 2006

Sudor

Aquél debería ser el día en que todo cambiara. Se lo llevaba repitiendo toda la noche (junto con una coletilla "duérmete ya o adiós a tu imagen para mañana").
Su última relación, con la chica que él consideraba perfecta, su alma gemela, había terminado hacía dos semanas. No sabía aún por qué, tan sólo el famoso "tenemos que hablar" seguido de una retahíla de tópicos: "necesito tiempo", "es lo mejor para los dos", "podemos seguir siendo amigos"... lo había escuchado tantas veces que era capaz de adelantarse a cada frase. También sabía que era inutil cualquier tipo de argumentación. Cuando alguien dejaba a otro ya lo tenía pensado de hace tiempo. El sorprendido no podía responder nada para lo que el otro no estuviera ya preparado.
Pero lo dicho, aquello terminó. Y ahora necesitaba un cambio. La llamada del día anterior convocándole para una entrevista le había sorprendido. No recordaba la última vez que había enviado algún curriculum. Era el puesto que siempre había deseado y le habían venido a buscar ¿un golpe de timón en el rumbo de su suerte? No lo tenía muy claro, pero tal vez se cumpliera el dicho, aunque el trabajo no es un juego... estaba tan hundido que se agarraría a un clavo ardiente para intentar salir de ese pozo.
Y en eso estabamos, no sabía cuánto llevaba durmiendo cuando por fin el despertador logró su cometido. Estaba empapado de sudor y lo consideró una señal.
A lo largo de su vida el sudor había sido su compañero en los mejores y también en sus peores momentos. Cada instante clave de su vida lo recordaba bañado en ese líquido salino; su primer día de clase, la primera vez que reunió valor suficiente para acercarse a una chica, la primera vez que le rechazaron (que casualmente, oh! que coincidencia, fueron momentos consecutivos. Menudo charco en el suelo imaginaba cada vez que recordaba la situación), sus mejores polvos, por el esfuerzo, y sus mayores gatillazos (cada vez más habituales, en el fondo ya sabía que ella le iba a dejar), por la verguenza que le entraba al pensar en la excusa que debería poner y que ella no creería..., su primer beso, su primera entrevista de trabajo... En fin, su inseparable compañero le hizo pensar en un posible día "especial". Sudaba igual que el día que le dieron su trabajo actual.

De un salto se metió en la ducha (el despertador llevaba sonando 20 minutos para cuando él desperto... iba tarde...) se afeitó como pudo, se puso su mejor traje y se acercó a la cocina. No había cafe preparado. ¿Será verdad que lo que más añora uno de otra persona son los pequeños detalles? Tal vez no necesitara una mujer nunca más. Le valdría con una máquina de cafe express de esas de 25 centimos... (cuando estaba nervioso siempre acababa pensando en chorradas). Salió disparado hacia la puerta con la cara llena de confeti ¿por qué tiene que fallar la cuchilla cuando uno quiere llevar el mejor aspecto? Pensó que éste podría ser un interesante tema de conversación (otra gilipollez más, realmente estaba demasiado nervioso).
Entró en el coche y encendió un pitillo tratando de tranquilizarse. El tráfico estaba como siempre que uno tiene prisa, impracticable. Otra ley de Murphy; cuanta más prisa tiene uno, más inutiles han decidido sacar a pasear su coche.

Último cruce antes de entrar al parking más cercano, un coche se quiere colar... una señorita al volante... recordó una frase que le dijo su hermana de adolescente "con esa cara... si quieres pillar algo, más te vale que aprendas a tratar bien a las mujeres" y la dejo pasar... pensó que igual le haría llegar tarde a la cita... pero ¡coño! ¡hay prioridades! (su problema era que generalmente las prioridades no las marcaba su cerebro sino su "cerebro"... bueno ya me entendéis).
La chica le pagó el favor con una sonrisa, se quedó con la ilusión de que había merecido la pena... si le sonreía una chica así... igual su imagen no era tan desastrosa... igual hasta no necesitaba comprase una máquina de cafe express, igual hasta... hasta que la vió aparcar en el único sitio libre a la vista... Iba a llegar tarde sí o sí.

Consiguió dejar el coche algo lejos del lugar de su cita, otra vez a correr con el sol mañanero de julio abrasando su espalda. Un pensamiento de esos que uno realiza cada uno de enero apareció en su cabeza "tengo que empezar a hacer ejercicio y dejar de fumar", cada latido de su corazón se lo recordaba y otro más "nunca hagas deporte con zapatos de suela y una americana puesta". Exhausto y con la camisa y corbata desajustadas llegó al portal. Era el octavo piso y prefirió esperar al ascensor (aunque no lo hubiera preferido tanto nosotros como él le sabiamos imposible de dar un paso más, y menos aún de subir el más mínimo escalón).
Dejó volar otra vez su mente en ideas absurdas. Nunca podría agradecer lo suficiente a los constructores de ascensores la idea de hacer puertas con espejo. La de veces que las había aprovechado para prepararse antes de entrar a ver a un cliente. Ésta sería una de esas veces. Al mirarse se acordó de un buen consejo que le había dado un antiguo jefe "mejor llegar un poco tarde con buena pinta, que llegar a tiempo hecho unos zorros". Nunca olvidaba un consejo, tenía una memoria excelente para eso. Lo malo es que siempre los recordaba demasiado tarde. Como pudo se apretó el nudo de la corbata, se arregló la camisa y se enjugó el sudor de la cara (bendita americana, no sólo impedía que se vieran los ronchones de los sobacos, sino que incluso valía para secarse las manos en la parte de atras).

El ascensor abrió sus puertas, entró y, una decima de segundo antes de que se cerraran, una mano se interpuso entre ellas. Era la chica del parking. No había podido olvidar esa sonrisa. No era espectacular, de esas de portada de revista, pero tenía algo, no sabría decir que, pero algo que le había calado profundamente. Dudó que ella le recordara (quitarse el papel de cada uno de los cortes que tenía en la cara tras anudarse la corbata le había hecho cambiar un poco su apariencia).

Educadamente preguntó a qué piso iba, deseando por un lado que fuera corto el trayecto (nunca se le ocurrían temas de conversación y temía que desodorante y colonia no consiguieran tapar el olor de su cuerpo) y que por otro durara eternamente ya que estar a su lado le hacía sentir "especial.
- "Al noveno por favor." Contestó con una sonrisa, vaya pensó... trayecto largo... "rexona no te abandona".
- "Ojala que la publicidad sea cierta."
- "¿Perdona?"
Se acordó de otros dos consejos "piensa antes de abrir la boca" y "cuando estés nervioso muerdete la lengua" pero tarde una vez más, tan sólo esperaba no haber dicho en voz alta todo lo que había pensado desde que la había visto entrar al ascensor...
- "nada nada, que parece que va a hacer buen tiempo"
El resto del trayecto se le hizo eterno. Tras sus dos brillantes comentarios no se atrevió a abrir la boca. El sudor se acumulaba en sus manos (que suerte tener un compañero tan fiel...) iba a necesitar algo más que la parte de atrás de la americana esta vez como por ejemplo una toalla de cuerpo entero...
Finalmente las puertas se abrieron en el octavo y, antes de salir, se armó de valor y sacando una tarjeta le dijo:

- "Sé que no tengo ninguna posibilidad, pero si te apeteciera comer, o tomar un cafe, o lo que sea, aquí tienes mi número de teléfono". La mano le temblaba mientras le acercaba la tarjeta. Ella la tomó mirándola con una indiferencia más que estudiada.
-"No suelo llamar a nadie para una cita". El tono de superioridad le terminó de cautivar (si es que aún le quedaba alguna resistencia)... por mucho que presumiera con sus poco amigos, en el fondo era un sumiso... como todos los tíos, para que engañarnos. Y claro, ella podía tener a los que quisiera con tan sólo una de esas sonrisas o un chasquido de sus dedos... como casi todas las chicas, para que engañarnos. Se sintió un imbecil. Debería haberse callado y guardado la tarjeta.
- "Pero si te quitas ahora mismo esa corbata... quizás aceptara una invitación a desayunar"
En decimas de segundo calibró la situación. No sabía si ella le estaría vacilando... si le hacía caso tiraba a la basura la opción de cambiar de curro... pero si ella iba en serio... quizás... Pensó de nuevo "hay prioridades coño!" y sintió como su compañero inseparable le decía que aquél era un momento crucial de nuevo en su vida... el cerco de sus axilas ya debía de ser escandaloso, de hecho le extrañaba no estar ya los dos nadando en un charco de sudor... "si inventasen un metodo para recoger el sudor de la gente y potabilizarlo se acabaría la sequía en el mundo" (Verdaderamente estaba muy nervioso... una chorrada de ese calibre equivalía a un 10 en la escala de nervios).
Se soltó la corbata y decidió correr el riesgo de verla partirse de risa.
-"venga. ¡Adelante!"
- "pero no tenías algo que hacer?"
- "si pero.. ¡coño! ¡hay prioridades!"

Ella soltó una carcajada que a él le sonó a música celestial, pero no rechazó el café. Empezó a sentirse más tranquilo. De camino a la cafetería continuaron charlando de cosas superficiales; el tiempo, el tráfico, etc.
Al llegar se sentaron con dos cortados y comenzó a hacerle preguntas. En esto ella se paró, le miró a la cara y le dijo "Si no dejas de hacer preguntas... ¿cómo voy a saber si eres la persona idonea que ando buscando para el puesto ?" con un guiño.

Y una gota de sudor volvió a recorrer toda su espalda.

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